miércoles, 12 de agosto de 2015

Capítulo 11 - Fantasy

Capítulo 11 - Cuestión de tiempo


Ochando Barbadura se encontraba en su campamento, junto a sus hombre de confianza, pues debían de enfocar la nueva situación de la campaña, se encontraban faltos de hombres y no podían lanzarse a hacer combates de forma descontrolada, lo único que esperaba el general enano era que el resto de ejércitos se encontrasen en la misma situación.


La verdad es que el ingeniero enano, no se hallaba muy equivocado, pues la guerra en el Viejo mundo había desatado tal devastación que los grandes señores de la guerra no habían podido enviar suficientes refuerzos, para que la campaña de Nueva Lustria se mantuviese en pie.


Por su lado el Príncipe demonio K’alet se encontraba en su campamento, aún conmocionado por las continuas derrotas que sufría en cada una de los combates, sus hombres comenzaban a no prestarle atención, y sus hombres de confianza sabían que se encontraban ante una posibilidad de rebelión, demasiado real, si a eso se le suma la falta de recursos, todo eran clara muestras de que K’alet se iba a encontrar en una situación crítica  y muy desesperada.


Ochando, como buen ingeniero enano, se dispuso a revisar todo el arsenal, máquinas de guerra, munición y armas de fuego varias, mientras su hombres se encontraban haciendo sus labores por el campamento. Cuando entró a su armería, se quedó bastante preocupado, pues muchas de las municiones de sus máquinas, estaban al límite de quedarse a 0, el general preocupado, comenzó a buscar a los encargados del inventario de dichas municiones, le debían una explicación, quedarse sin el fuego de apoyo, tanto para el ataque como para la defensa, era un hecho que no podía suceder a estas alturas, cuando todas las razas estaban tan igualadas en la contienda.
Los enanos acudieron a la llamada de su señor, al ver la cara del ingeniero, comprendieron que algo no iba como debía, aunque no sabían cuál podía ser el problema. Ochando conforme vio acercarse a sus hombres comenzó a hacerles preguntas y pedirles explicaciones de forma tajante:


¿Cómo es posible que ninguno me haya informado de esta situación? En todos mis años de servicio, y nunca había vivido una situación tan incompetente y tan increíble… ¡Por Thorgrimm! ¿Somos enanos o qué somo? ¿Unos patéticos orkos? Como se os ocurre no informar que estamos sin munición de nuestras máquinas de asedio, ¿Qué será lo próximo, no revisar las armas para comprobar su funcionamiento? ¿Quizás ir desnudos al combate?
¡Quiero una explicación y la quiero ahora!”


Los enanos estaban asustados de ver a su general perder los papeles de esa forma, mas que nada porque no entendían la situación, pues la verdad es que no faltaba munición, simplemente tras el asalto orko del kaudillo Skitzzy decidieron esconder una parte de la munición en otros puntos, cerca del campamento, así que eso le explicaron al general:


“Mi señor… Disculpe que lo hayamos tenido desinformado, pero con el ritmo de la campaña no hemos podido informarle de todo como es debido, pero esa munición la tenemos escondida en otros sitios, pues tras el asalto del kaudillo Skittzy no podíamos arriesgarnos a sufrir un asalto y que nos robasen todo.”


Ochando tras escuchar a sus hombres, les miró con una ira ciega, ahora mismo quería dejar que sus instintos le dominasen y comenzar a dar unos cuantos golpes, ¿Cómo podían dudar de la defensa de un campamento enano? Le parecía algo tan increíble que todavía le parecía estar en un sueño, pero la situación era delicada, pues su munición era importante y no podía perder más tiempo.


Armó a sus hombres y cogiendo a uno de los enanos, para que le indicase los lugares donde habían escondido las municiones, partió lo más rápido posible.


Por su lado las fuerzas caóticas, habían emprendido una marcha para intentar ampliar sus terrenos, pues no podían dejar que su Príncipe demonio les hiciera perder mas batallas, no eran el rival más temible en todo el Viejo mundo por nada, ¡Por los dioses del Caos! No querían ser el hazme reír de sus hermanos, ya tenían suficiente aguantando a un general que no sabe pelear, ni aguantar una batalla.
No sabían hacia donde dirigir su ataque claramente, pues lo planos estaban en la tienda del general,  y lo seguidores de K’alet no dejaron acercarse a nadie, pero eso no les iba a detener, algunos exploradores les informaron de que por la zona habían visto moverse a muchos enanos, así que hacía allí se encaminaron.


Ochando se encontraba un poco nervioso, pues todavía no podía entender cómo era posible que esto estuviera pasando, no pudo evitar por qué no fue informado, y el enano ante el temor de la ira de su señor, comenzó a explicarle el motivo de que tomasen esa decisión, Ochando tras escuchar que todo fue una medida tomada tras el asalto orko y debido a que él se encontraba en el hospital, tras el enfrentamiento con el general elfo silvano, comenzó a comprender que todo fueron maniobras para evitar posible sorpresas, pero aún así no lograba dar crédito, a que sus hombres dudaran de la protección de su campamento y sus muros…


Aunque para el batallón del caos y los hombres de Ochando todo estaba a punto de empeorar o mejorar, según el punto de vista, pues ambos grupos se dirigían hacía el mismo lugar.


Cuando los enanos llegaron y comenzaron a cavar en una de las localizaciones, para sacar la munición escondida, su estado de ánimo mejoró, pero fue una pequeña subida, pues al poco de comenzar, una horda de hombres de caos se encontraba enfrente de ellos y muy ansiosa. Ochando recrimina duramente al enano con la mirada, pero sabía que no era el momento de enfocar su ira en contra de él, pues tenía mayores problemas enfrente de él.


Los enanos sentían que las fuerzas del caos que tenían delante desprendían una aura asesina fuera de lo normal, lo cual no era buena señal, una masa de hombres que solo viven por el combate y encima con ganas de verter sangre… No dudaron en salir corriendo al combate, los enanos rápidamente formaron para hacer frente a los enemigos, Ochando tuvo que alentar la fuerza de sus hombres, pues el rival que tenían delante prometía un duro combate:


“!Hermanos¡ Recordad porque lucháis, no estamos aquí por una simple munición, estamos aquí para crear historia. Recordad que nuestros hermanos, en el otro lado del mundo, se encuentran enfrentándose  a muchos enemigos con el fin de seguir protegiendo a este mundo de todo mal, ¡y sobretodo nuestras ciudades y legado! Así que dejad de lado al temor que quiere aferrarse en vuestros corazones y dejar salir la furia enana que tan grandes nos ha hecho durante toda nuestra historia.
¡Luchad!  ¡Pero luchad por vuestra libertad y la de vuestros hermanos!”


Los guerreros enanos giraron su cabeza hacía el enemigo, tras terminar de escuchar a su general darles palabras de ánimo, y no dudaron ni un segundo en lanzarse al combate, los cañones abrieron fuego contra la horda caótica, los cuerpos salían despedidos, quedaban quemados por los lanzallamas o incluso perforados por balas o saetas de las ballestas, pero aún así la horda continuaba su avance.


Ochando ordenó a sus hombres de combate que dirigieran su ataque hacia la columna central del enemigo, pues debía parar ese avance tan implacable, además la fuerza caótica había llevado consigo un cañón  infernal que estaban dando problemas, pues se encontraba tras una colina disparando de forma continua, contra la unidad de ballesteros. Por su lado los ballesteros fijaron su objetivo en el portaestandarte del caos, nada más lo tuvieron a tiro, descargaron sus armas contra él, convirtiendo al portador en un puercoespín, aunque fue un golpe para las fuerzas del caos, su moral no se vio afectada, más bien todo lo contrario, incitó más a los hombres a luchar.


Ochando intentó situar a sus hombres para recuperar la munición que allí se encontraba pero  el avance caótico hizo imposible acercarse a la gran mayoría, y aunque consiguió que un batallón asegurase uno de los emplazamientos, les fue imposible llevarlo de vuelta, pues los guerreros del caos conforme vieron que sacaban algo del suelo, se abalanzaron contra ellos sin preocuparse de nada más.


Las bajas en ambos bandos fueron altas, pero Ochando comenzaba a preocuparle que este combate costará más caro de lo que estaba saliendo hasta ahora. En el bando caótico, las fuerzas dirigidas por un extraño guerrero, estaban teniendo más éxito que con su general, se habían abalanzado contra un rival, sin un objetivo, más que saciar su sed de victorias, y parecía estar cerca de ello, ya que podía notar la duda en el general, pues ellos no dudaron en quedarse hasta el final, hasta que el último de los guerreros enanos cayera, finalmente, Ochando decidió retirar a sus tropas, las tropas enemigas estaban tan enfermas que se quedarían hasta el final, y un combate de ese tipo no podía tolerarse… Era un precio que no estaba dispuesto a pagar, por lo que solo quedaba una opción, debía generar un gran revuelo, para garantizar la vía de escape de sus hombres, ordenó a sus artilleros que disparan contra los emplazamientos, que el ingeniero enano les había dicho, sabía que se llevaría unas cuantas bajas a su favor y que los hombres del caos no osarían seguirles.


Cuando el artillero abrió fuego, el suelo comenzó a convertirse en pequeños volcanes, algunos enanos decidieron quedarse para dar tiempo a sus hermanos a huir, el discurso les dio el valor suficiente para quedarse y hacer el sacrificio necesario, para asegurar la vida de otros hermanos, conforme todo se tornó en fuego, explosiones y  cuerpos calcinados, la horda tuvo que detener su avance, sus compañeros cayeron presa de ese fuego infernal desatado por los enanos.


Ochando se aseguró que nadie les siguiese, entre tanta llama y alguna explosión, pudo observar como el misterioso guerrero todavía seguía allí, quieto, inmóvil, sin muestra alguna de temor o miedo, pero antes de volverse para continuar con sus hombres, pudo ver al guerrero como lo señalaba, y durante un segundo le pareció que de los ojos del guerrero, brotó un extraño color rojo, pero no estaba seguro, pero si que tenía claro que ese guerrero no iba a ser la última vez que lo vieran.


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